ARTE RITUAL
El arte en África está estrechamente ligado a sus tradiciones. Las tradiciones están profundamente arraigadas en las creencias religiosas. Las religiones están íntimamente animadas por los espíritus de los antepasados.
Hasta la llegada del islam y del Cristianismo África no conoció las religiones reveladas. Sus religiones eran tan numerosas como sus distintas sociedades y culturas y en ellas se daba tal mezcla de conceptos, magia, fetichismo, brujería, hechicería, animismo, paganismo que el sentido común ha impuesto la expresión de religiones tradicionales. Exceptuando algunas zonas donde domina en politeísmo las llamadas religiones tradicionales son monoteístas y animistas, en las que el culto a los antepasados ocupa el lugar central.
En todas ellas un héroe fundador del clan o un héroe civilizador, constituye la base de la mayoría de sus mitos. La naturaleza forma parte de la esencia de estas religiones, junto con las fuerzas vitales y los seres espirituales. Una mezcla de seres y de fuerzas de toda clase, vegetales, animales, minerales, divinidades intermedias, genios, espíritu de los antepasados forman un todo, es decir, toda una jerarquía de seres que Griaule describe así: Desde el dios creador hasta el vertedero de basuras del poblado.
El mundo sobrenatural y la naturaleza están íntimamente unidos, como lo están el mundo de los vivos y el de los muertos. El hombre respeta la naturaleza y todos sus componentes pues son una emanación de la esencia divina y todos esos seres tienen un alma y respeta a los muertos cuyos espíritus participan activamente en la vida de la sociedad.
Contrariamente a lo que mucha gente cree, los animistas son monoteístas. Creen en un Dios único, supremo, creador. Para el animista africano el hombre es tan pequeño, tan ruin y miserable y Dios tan inmenso y omnipotente y es tanta la distancia entre Dios y el hombre que éste no puede cometer la ofensa de dirigirse directamente a Él. Ni siquiera se dirige directamente al rey o a un notable, sino siempre a través de un intermediario.
Pero considerando que la intervención de Dios es indispensable para la obtención de gran número de beneficios, lluvias abundantes, curación de las enfermedades, cosechas fértiles…, los hombres se dirigen a unas potencias intermedias, divinidades secundarios, genios de la naturaleza o fuerzas del más allá, o como se les quiera llamar, siendo siempre sus mediadores más cercanos los antepasado. Todos los elementos de la naturaleza tienen un alma, todo está habitado por un espíritu, colocado allí por el Dios Supremo en el momento de la Creación. Estos seres espirituales se encarnan en diversos objetos, máscaras, fetiches, estatuas, que servirán de intermediarios y defenderán sus causas ante Dios. ¡Cómo pueden algunos condenar estas creencias y encomendarse sin embargo a los santos, a los ángeles y arcángeles, a los querubines y serafines?
Sin embargo, para obtener las gracias divinas, mediante la intercesión de sus mediadores, los hombres deberán observar cierto número de ritos y prescripciones y realizar sacrificios y libaciones, lo que da lugar a numerosas ceremonias más o menos secretas en las que, con la mayor frecuencia, el adivino o el sacerdote se presentan como intérpretes de lo oculto y en las que es difícil separar los ámbitos de la magia y de la religión.
Estas divinidades intermedias o espíritus de la naturaleza son representados con frecuencia bajo la forma de estatuas o de máscaras en las que se encarna durante determinados ritos o ceremonias. Estas fuerzas vitales se manifiestan de distintas formas y en distintos grados, según la divinidad de la que procedan, si proceden directamente del Dios Supremo, de las divinidades mediadoras, o de los espíritus de los antepasados. Sin embargo, el Dios Supremo, Creador, nunca es representado en el arte africano.
Los antepasados forman el primer eslabón de la cadena que va del hombre a Dios pasando por los genios o las divinidades intermedias, mediadores en él y el Ser Supremo a quien por respeto nunca se dirigirán directamente ni representarán en sus máscaras y estatuas.
La religión es el vínculo que cohesiona la sociedad. Todas las actividades humanas tienen una connotación religiosa, razón por la que El arte en África no puede comprenderse sin estudiar, al mismo tiempo, las tradiciones, el entorno social y las creencias de sus pueblos.
Separado de su dimensión religiosa el arte africano pierde su cualidad. Una estatua por muy “bella” que sea, o así nos lo parezca” es una estatua “muerta” cuando ha dejado de desempeñar su función. Los museos o las máscaras colgadas como decoración en algunas viviendas no pueden reflejar lo que es el “arte” africano. No puede disociarse de su entorno cultural. La eficacia ritual prevalece sobre el sentimiento estético.
El artista africano no considera su obra de arte desde el punto de vista estético. Su obra, máscara o estatua, tiene un valor eminentemente religioso. Tras su consagración y la recepción de la sangre sacrificial sólo contará la fuerza espiritual o mágica que se desprende de ellas. Magia y religión están íntimamente unidas.
El objeto africano, sacado de su medio natural, ha de ser al menos comprendido en su contexto social, familiar mágico o religioso, nunca como un simple objeto decorativo.
Los objetos africanos que se encuentran en los museos se han convertido en “objetos de arte por metamorfosis” pues no fue ésta su concepción original. Las piezas rituales, lúdicas o utilitarias se han transformado según la concepción original en piezas de museo o de colección.
La estética del arte, en áfrica, no puede concebirse sin tomar en consideración esa fuerza mágica que mueve al artista para esculpir los objetos rituales.
En África el arte ha estado siempre al servicio del culto religioso y del rey o al servicio de una causa social. Es decir, que lo “bello” se alcanza a través de lo “ritual” o de lo “útil”.
El culto a los antepasados no es “un culto de muertos”, es, simplemente, un “culto a los antepasados”. Los antepasados están ahí, presentes, en otra dimensión. Morir, para los africanos, es dar “un paso” hacia otra forma de vida, al igual que el nacimiento es un “paso” de la “no vida” a la vida. En muchas sociedades de áfrica se celebran tres ritos de “paso” o de “tránsito”. Son como pasarelas que unen distintos ámbitos de vida: el del nacimiento, el de la iniciación, por el que se accede a la vida de adulto, y el de la muerte, mediante el que se accede, si se cumplen determinadas circunstancias, al rango de antepasado.
En ningún otro lugar están tan unidos el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Los muertos se han desprendido de su ropaje material pero siguen estando presentes en todos los órdenes de la vida. La interacción entre ambos mundos es permanente. La mayoría de los objetos del África tradicional están íntimamente relacionados con el mundo de los espíritus. Son un medio de comunicación para honrar a los seres del ultramundo, obtener sus favores y perdurar su recuerdo.
Jesús Arrimadas Saavedra